Si hay un personaje paradigma de la unión entre ciencia, tecnología y arte, es Leonardo da Vinci, creador del primer autómata humanoide conocido que, cómo no, tenía propósitos militares.

En el caso de Leonardo di Ser Piero da Vinci (1452-1619) se daba la circunstancia no sólo de unas sobresalientes capacidades intelectuales, sino también unos condicionantes que le permitieron desarrollar su talento. Primogénito ilegítimo del notario Ser Piero da Vinci, que se había labrado una brillante carrera al servicio de las nobles familias florentinas, no tuvo acceso a  la formación reglada que recibieron los hermanastros legítimos que llegarían más tarde a través de los sucesivos matrimonios de su padre. Tampoco estaba a su alcance seguir los pasos  profesionales de Ser Piero. Al contrario, Leonardo creció en el campo, en Vinci, un pequeño pueblo toscano situado a pocos kilómetros de Florencia bajo los cuidados de sus abuelos paternos y su tío Francisco, observando y aprendiendo de la naturaleza ajeno a los dogmas académicos de la época. Así también se libró de que su condición de zurdo fuese corregida.

Su carrera como artista comenzó en Florencia como aprendiz en el taller de Andrea de Verrocchio, puesto que consiguió gracias a su padre. Allí permaneció hasta 1482, año en el que parte a Milán para trabajar al servicio de Ludovico Sforza, principalmente en su faceta de ingeniero. Justo cuando se iba a materializar un importante encargo para su patrón, un monumento ecuestre de bronce, tuvo que abandonar Milán tras la caída en 1499 de la dinastía Sforza a manos de la unión de fuerzas entre César Borgia y Luis XII de Francia. Después de trabajar durante una década en el proyecto, el bronce tuvo que ser destinado a la fabricación de cañones para luchar por una derrota.

Boceto del monumento ecuestre que Leonardo diseñó para los Sforza en Milán. Foto de dominio público.

En 1957, momento en el que ya se había celebrado el quinto centenario del nacimiento de Leonardo, el historiador italiano Carlo Pedretti descubrió unos bocetos realizados en torno al año 1495 para la fabricación de un soldado mecánico con propósitos defensivos.  Dentro de una armadura medieval germano-italiana se situaban una serie de mecanismos que permitían al autómata permanecer de pie, sentarse, mover los brazos, el cuello y levantar la visera de la armadura mediante un sistema de poleas y cables.

Leonardo-Robot3

Reconstrucción del soldado mecánico de Leonardo da Vinci. Foto: Erik Möller. Leonardo da Vinci. Mensch – Erfinder – Genie exhibit, Berlin 2005

No se sabe si en su momento se realizó algún prototipo de este robot, pero en el año 2002 el experto en robótica Mark Rosheim trasladó el soldado autómata al siglo XXI a partir del estudio de los diseños del siglo XIV. Otro estudioso de Leonardo, Mario Taddei, director técnico e investigador del Centro de Estudios Leonardo3 en Milán, que también consta de un museo, construyó en 2007 otro prototipo mejorado del autómata incluyendo más información de bocetos de Leonardo. En ambos casos, el soldado funcionaba perfectamente.

Por desgracia, los conflictos bélicos absorben gran cantidad de recursos, incluido el desarrollo científico y tecnológico, para tener una ventaja con respecto al rival, y esto lo utilizó en su momento Leonardo, además de como reto tecnológico, como medio de obtención de financiación para desarrollar su faceta de ingeniero e inventor, una de las que más satisfacción daban a este diletante renacentista.

En la actualidad, nos fascinan y aterrorizan a partes iguales robots humanoides con propósitos militares como Atlas, que la compañía Boston Dynamics creó inicialmente para DARPA, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa de los Estados Unidos. Todos ellos son herederos, con tecnología del siglo XXI, del soldado mecánico que Leonardo diseñó para una guerra con el menor número de bajas humanas posible.