El cine, desde sus orígenes, además de plasmar historias reales, ha servido para dar tienda suelta a la fantasía, incorporando todo tipo de personajes míticos y situaciones fantasiosas. Estas categorías incluyen, además de personajes de la cultura popular o mitológicos, por supuesto, a los robots o autómatas, personajes de ficción fruto de la tecnología.
Ya presentes en la mitología clásica, en la literatura propiamente dicha los robots aparecieron a principios del siglo XIX, en el que Ernst Theodore Amadeus publica El hombre de arena (1817), relato en el que un terrorífico personaje crea un robot femenino llamado Olimpia.
Por circunstancias tecnológicas obvias, en la historia del cine no se hizo esperar tanto los papeles robóticos en sus historias. El primer cortometraje del que se conoce su existencia que incluye entre sus personajes un robot fue The Mechanical Statue and the Ingenious Servant (J. Stuart Blackton, 1907), pero sólo un año apareció el primer largometraje: The Fairylogue and Radio-Plays (Francis Boggs, Otis Turner, 1908), con la aparición estelar de Tik Tok, el Hombre de Hojalata que los espectadores verían treinta y un años más tarde en El mago de Oz (Victor Fleming, 1939), ya que se tata de la primera adaptación cinematográfica de El maravilloso mago de Oz, la novela infantil de Lyman Frank Baum publicada en 1900.
Si un único personaje simboliza a partir del siglo XX la Navidad, (con permiso de sus históricos y bíblicos protagonistas) es Santa Claus (Papá Noel), encarnación popular de San Nicolás de Bari (San Nicolás de Myra en Oriente) sobre el que recae el rol de repartir juguetes a los niños en Navidad. Sin embargo, el personaje de Santa Claus tardó un poco más en incorporarse a un largometraje, si bien es cierto que su apariencia actual arranca en 1931 de la mano de Haddon Sundblom, ilustrador contratado por Coca Cola con fines publicitarios.
Será México, sin embargo, el país que tenga el honor de gestar la lacrimógena Santa Claus (René Cardona, 1959), que al año siguiente tendría su correspondiente versión en Norteamérica. La siguiente película protagonizada por el afable personaje navideño, Santa Claus conquista a los marcianos (Nicholas Webster, 1964), tendrá un tono y circunstancias totalmente distintas y además posee una particularidad: es la primera interacción Santa Claus-robot de la historia del cine.
Esta historia de ciencia ficción esboza el estado de la carrera espacial y de la Guerra Fría en ese momento a través de una expedición marciana para secuestrar a Santa Claus, ya que los niños marcianos se encuentran muy tristes y, según el marciano más sabio y anciano del lugar, la presencia de Santa Claus en su planeta constituye la solución perfecta. Los marcianos, mucho más avanzados tecnológicamente que los humanos (aunque más fríos y menos emocionales) cuentan, entre su despliegue de medios, con el gran y “amenazante” robot Thor, neutralizado por el candor y buen humor de Santa Claus.
La película, con un muy bajo presupuesto, hilarante diseño de producción y curioso guion, constituye un interesante ejercicio para el análisis de los estereotipos de la época y una fuente de referencias científicas (dentro de su particular contexto) relativas a contingencias de los viajes espaciales. Por todo ello es un clásico de las navidades, además de dominio público, que no se debe dejar pasar.
Aunque los robots ya estaban en el cine mucho antes que Santa Claus, cuando coincidieron en una historia lo hicieron por todo lo alto.
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