El cineasta Javier Chillón ha respondido a nuestro cuestionario robótico de la manera más inspiradora que podríamos imaginar. Al final ha sido una suerte no haber podido coincidir personalmente para realizar la entrevista y grabarla con nuestra cámara de vídeo porque el resultado, esta autoentrevista realizada a partir de las preguntas que le enviamos, no puede ser más personal y sugestivo.

Una de las cualidades más sobresalientes de Javier Chillón, licenciado en Comunicación Audiovisual, Máster en Cine y realizador, de momento, en el ámbito del cortometraje, es saber reunir en torno a sus proyectos y su persona el apoyo incondicional de amigos y profesionales para que salgan adelante. Gracias a estas colaboraciones y a su talento,  el resultado de los tres cortos que ha dirigido hasta el momento es ampliamente superior a los recursos económicos con los que cuenta.

En 2008 termina Die Schneider Krankheit (El mal de Schneider), un falso documental de poco más de diez minutos cuyo formato se inspira en algunos de los documentales educativos de los años 50 y 60 que se pueden ver en The Prelinger Archives. El documental está tan bien ambientado que al principio del mismo se advierte que las imágenes son originales y no provienen de ningún documental real, práctica cuyo abuso supone la no aceptación de trabajos en festivales y certámenes.

El mal de Schneider aborda la historia de una extraña infección vírica durante la guerra fría y la lucha de la ciencia para buscar una solución a la mortal enfermedad, que incluye lo que Chillón denomina “ciencia obtusa”, en este caso materializado en un animal creado mediante ingeniería genética a partir de tortuga marina (Chelonia mydas), sanguijuela medicinal (Hirudo medicinalis) y lagarto ocelado (Timon lepidus) cuyo objetivo no es otro que realizar una sangría a los enfermos a la vez que, en teoría, devolvería la sangre libre del virus causante de la enfermedad al paciente.

El hecho de trabajar durante tanto tiempo un corto prestando atención hasta el mínimo detalle en Chillón tiene un efecto: se imbuye totalmente en el siguiente proyecto y el anterior queda archivado en las capas interiores de su mente. Por ello su siguiente corto, Decapoda Shock, no tiene nada que ver en cuanto a tono e historia. Solo un punto en común: en ambos veremos dos animales distintos ataviados con sendos trajes espaciales. A raíz de un dibujo de un astronauta cangrejo que él mismo había realizado se le ocurrió una idea que ha ido mutando y desarrollándose durante el trabajo conforme iban surgiendo las ideas y las oportunidades, como por ejemplo, la intervención estelar del equino Chaparrito en una de las escenas más aplaudidas de Decapoda Shock. Por suerte, no era consciente de dónde se metía. Si hubiese sabido el tiempo que le iba a llevar algunas escenas, como una de tan solo doce fotogramas (medio segundo) que tardaron un día en rodar, no se hubiese embarcado en este proyecto que incluye, entre muchos otros elementos, exploración espacial, satanismo y venganza a lo Charles Bronson.

La producción más reciente de Javier Chillón ha sido la más ambiciosa y con la que más premios ha ganado. Con una factura impecable en la que ha embarcado a productoras como Behind the Movies, Morituri, y User T38 en los efectos visuales, They will all die in Space es una historia de  terror espacial de casi quince minutos cuyo argumento y desarrollo impacta. La nave espacial Tantalus, con un precioso cargamento de colonos criogenizados con destino a Delmak queda a la deriva sin remedio, desatando una lucha por la supervivencia que sucede con la ambientación de banda sonora original de Cirilo Fernández, que también ha creado la música de los otros dos cortos de Chillón.

Ganador de la última edición del Festival Internacional de Cinema de Catalunya (Festival de Sitges) sigue acumulando galardones en su periplo por, hasta el momento, más de ciento cincuenta festivales. Un número que será ampliamente superado en breve.

Con la intención de realizar un largometraje próximamente, son varias las ideas que rondan a Javier Chillón por el momento. En pocos años, esperemos, sabremos cuál ha tomado la delantera en su cabeza.