¿Puede tener alma un arma? Esta es la pregunta que quería responder Brad Bird cuando se embarcó en el proyecto de la película de animación El gigante de hierro, basado en la novela infantil de corte pacifista del poeta Ted Hughes The Iron Man: A Children’s Story in Five Nights (Faber and Faber, 1968).

En aquel momento Warner Bros tenía alrededor de cuarenta proyectos en danza y dio al director de animación la oportunidad de desarrollar el que más le apeteciera. El elegido fue El gigante de hierro, concebido inicialmente como un musical que Pete Townshend, guitarrista y compositor de The Who quería desarrollar en base a su álbum The Iron Man y que fue transformado en una película de animación gracias a la visión del productor y director Des McAnuff antes de hacer llegar la iniciativa a Warner.

The_Iron_Giant_Poster

El protagonista de la historia es un robot gigante que llega a Tierra desde el espacio, por lo cual, su tecnología es ajena a las capacidades humanas. La voracidad con la que se alimenta de coches, tractores, cables y otras delicias metálicas supone un problema para los habitantes del pueblo en el que se ha establecido tras su viaje espacial y deciden tomar cartas en el asunto. De todos los oriundos será el preadolescente Hogarth Hughes el que tendrá más empatía con el robot y logrará establecer el vínculo más fuerte.

Tanto en la breve novela como en la película, que desarrolla mucho más la relación interplanetaria e “interorgánica” entre el niño y el robot, el gigante será decisivo para plantar cara a una letal amenaza que afecta a toda la humanidad. La naturaleza y origen de dicho peligro será diferente en ambos formatos de la historia.

Mientras que en la novela la acción transcurre en  lugar y tiempo indeterminados, en el caso del guion que firma Bird junto con Tim McCanlies la historia es muy concreta al respecto: Maine (Estados Unidos) en 1957, plena Guerra Fría. Ted Hughes, cómplice del proyecto, no pudo ver la película terminada. Murió un año antes del estreno.

Iron Man ROS

El gigante, al principio, no sabe nada de su propia naturaleza, pero en un momento de la historia se muestra conmovido ante la visión de la muerte, que le hace plantearse muchas cosas sobre su propia existencia y la de su amigo. Por desgracia, la falta de presupuesto impidió que se incluyese una abstracta y evocadora escena en la que se muestra el sueño del robot en el que se plasman sus angustias ante la muerte y visiones de su vida pre-terrícola. De este modo se indica lo que a través de otras partes de la historia ya se sabe: es un robot con propósitos militares.

Ante la pregunta de si puede tener alma un arma Brad Bird, en esta ya mítica película de animación, ofrece su visión sobre la vida artificial e intenta responder a la pregunta que le llevó a imbuirse en el proyecto. John Carpenter, en su Dark Star de 1974, también lo tiene claro.